miércoles, 6 de julio de 2011

¿Te ivaginas?

La mayor parte de la gente no sabe lo que es la vagina… ni se lo imagina. Humedad relativa del 95%, entran flujos, salen flojos, látex en remojo, hemorragia, región regia, tanga rojo. Es una vida muy dura...

¿Saben qué? Yo fui Vagina una vez, y estuve en Vietnam.

Corría el 1965, acababa de estallar una guerra y no en mis pantalones. Era una época haciaga, la gente te miraba como sospechando, con desconfianza; ¿pero qué puedes hacer tú para cambiar el mundo cuando sólo eres una vagina? Aparte de llorar en rojo, absolutamente nada (pleurez en rouge, que queda más poético).

El estallido de la guerra me pilló de improviso, estaba durmiendo, y sin rasurar. Ya era madrugada cuando escuché un estruendo gracias a las trompas de Eustaquio de mis trompas de Falopio. Mondié, pardiez, oh la la! ¡La virgen en verso y yo con estos pelos! Corrí sin quehacer ni rumbo aparente, como alma que lleva el flamenco de Estrella Morente. Tres días y tres noches anduve perdida por el monte y, cuando por fin regresé, estaba preñada. Y de gemelos.

Obviamente, aborté. No me miren así ¡Qué iba a hacer una vagina soltera en plena guerra de Vietnam con cuatro cojones que alimentar! C’est pas posible!

Sobreviví como pude traduciendo al Francés “El diario de Anna Frank”. Demagogia pura y dura... Hambre, miedo, represión… pamplinas. ¿Que fue una vida de mierda la suya? ¡Que yo fui vagina, joder! ¡Ni siquiera podía rascarme la espalda!

En fin…una vez acabó la guerra, durante la cual me refugié en una húmeda cueva (y esto es redundante) regresé a mi España natal, pues estaba en Vietnam por no se qué movida de hacer pelucas.

Me instalé en Logroño, por aquello de la rima. Pensé que allí sería bien recibida, y acerté de pleno. Lo primero que hice fue inscribirme en la lista de espera de donantes receptores. Esperaba un cuerpo disponible para mí. Diez años trabajando como doble de acción de primeros planos me reportaron una nada desdeñable cantidad de eypos que destiné en acelerar trámites. Con 30 años, al fin, conseguí alcanzar mi meta; estaba primera en la lista de donaciones, y había un cuerpo disponible.

Y así fue como acabé en el cuerpo de Bibi Andersen. Desde entonces hemos vivido grandes aventuras juntas, aunque también no pocas desventuras. Pero tanto trajín sumado a la ausencia total de valores en mi infancia me afligió orondamente y llegué a un punto en el que enloquecí. Sufría desdobles de personalidad y en ocasiones me creía que era la lengua de Asdrúbal. Muy desagradable, no se lo recomiendo a nadie.

Afortunadamente, he dejado todo eso atrás, vivo con una identidad secreta bajo el programa de protección de testigos en Bellamore, Illinois. Sobrevivo humildemente como soldado de fortuna, si usted tiene algún problema y nos encontramos, quizás pueda contratarme…

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